Abrir la llave


Era como el desierto. Un espejismo anunciaba que ya vendría. Pero el agua no llegaba. Cada mañana los vecinos se preguntaban unos a otros: “¿ya entró?” Pero los depósitos continuaban menguados o vacíos en la mayoría de los casos.
El polvo, hijo de la sequía, se acomodaba en los portales, adueñándose de muebles, tiestos, paredes y cuanto estuviera a su alcance. De continuo se escuchaba: “Una casa sin agua no es nada.” “Hoy no nos hemos lavado ni la boca.” “Cuando venga el cobrador no le voy a pagar. ¿Cómo van a querer cobrar por un servicio que no han prestado?” “Hace 21 días que no entra el agua.”
Entonces a los vecinos de la calle Juan Moreno, en el reparto Sanfield, les hubiera gustado una explicación. La respuesta de alguien ante aquella situación tan penosa, más allá del “ya vamos a abrir la llave”. Mientras esperaban que se cumpliera esta promesa, porciones importantes del salario (casi siempre exiguo), pagaban pipas para suplir la molesta carencia.
Buscando una respuesta al que no es problema exclusivo de esta parte de la ciudad, ¡ahora! conversó con Jesús Guerra, subdelegado de inversiones de Recursos Hidráulicos en Holguín.
Guerra explica que “las causas de los ciclos elevados y del descontento de la población se hallan en algunos casos, en el agotamiento de fuentes, la sequía, el deterioro de las redes y las conductoras, a causa de los años de explotación. Además cuando, a consecuencia de estos factores se produce una avería, se rompen los ciclos duplicándose en ocasiones.” A esto hay que añadir las indisciplinas sociales: algunos individuos permiten que se vote el agua. Ello provoca que otros usuarios no puedan beneficiarse del servicio.” Es claro que aquellos que viven en zonas altas dependen de la conciencia y sentido común de los que viven en zonas bajas y que por ende reciben primero el líquido vital.
La situación es realmente compleja. Actualmente el 60 por ciento del agua bombeada se pierde, o sea no llega a los consumidores. Aun así es frecuente que cuando se tiene no seamos conscientes de la necesidad de ahorrar, confiados en la cisterna enorme que construimos o en el abasto regular al que nos hayamos habituado. Pero cuando falta pensamos en que no debimos dejar aquella llave abierta, prometemos no demorar tres horas bajo la ducha, juramos no volver a dejar aquel tanque botándose, y casi siempre olvidamos las promesas hechas a nuestro juicio, una vez que se han vuelto a llenar los depósitos con que contamos en casa.
Según informa Jesús Guerra “la provincia se encuentra enfrascada en la rehabilitación de las redes de Holguín, inversión que dispone de un monto aproximado de 39 millones de pesos. Con esta inversión se deben beneficiar 277 mil habitantes y posee un alcance aproximado de 335 kilómetros de redes a rehabilitar. “
Guerra comenta que “se construirán además tres tanques con grandes capacidades de mil 800, siete mil y 12 mil metros cúbicos respectivamente, ubicados en diferentes puntos del municipio. De estos se pretende terminar el de mil 800 en el primer semestre del año en curso. Se deben rehabilitar también las tres potabilizadoras que posee la ciudad. Todo esto permitirá reducir las pérdidas de agua a un 10 por ciento.”
Aun cuando estas inversiones se concreten no será suficiente si no se adoptan medidas de ahorro, pues el agua es un recurso valiosísimo que no estará siempre a nuestro alcance si no la preservamos. Es preciso hacer girar la llave de la empatía, esa capacidad exclusivamente humana de ponerse en el lugar del otro, y recordar que otras personas tienen todo el derecho de disfrutar de ese servicio fundamental que es el abasto de agua.


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